Recibido: 23/junio/2025
Aceptado: 1er/septiembre/2025
Educación
emocional y convivencia escolar: pilares en el desarrollo integral de los estudiantes
de Educación Básica (Revisión)
Emotional education and school coexistence: pillars in the holistic
development of Junior High School students (Review)
Yury del Rocío Ordoñez Gómez. Licenciada en
Educación. Docente de la Unidad Educativa Colimes. Guayas. Ecuador. [ yury.ordonez@educacion.gob.ec ]
[ https://orcid.org/0009-0003-1503-3366
]
Nancy Dilcelia Jama Fajardo.
Máster en Educación. Docente de la Unidad Educativa Colimes. Guayas. Ecuador. [ nancyjama1973@hotmail.com ] [ https://orcid.org/0009-0006-9749-7157 ]
Jonathan Michael García Sellan. Licenciada en
Pedagogía en Química y Biología. Docente de la Unidad Educativa Colimes.
Guayas. Ecuador. [ jonathansellan83@gmail.com ]
[ https://orcid.org/0000-0001-8852-0630
]
Carlos Francisco Intriago Alay. Licenciado en Educación. Docente de la Unidad
Educativa Colimes. Guayas. Ecuador. [ carlosf.intriago@educacion.gob.ec
]
[ https://orcid.org/0000-0002-0803-8674
]
Resumen
La educación emocional y la convivencia escolar se
han convertido en componentes esenciales para la formación integral de los
estudiantes en la Educación Básica, especialmente en contextos educativos donde
los desafíos socioemocionales son cada vez más evidentes. El presente artículo
tiene como propósito analizar, mediante una revisión bibliográfica, la relación
entre ambas dimensiones como pilares del desarrollo integral. Para ello, se
revisaron 16 fuentes académicas publicadas entre 2019 y 2025, incluyendo
artículos científicos, libros y documentos institucionales relacionados con
competencias emocionales, clima escolar, desarrollo socioafectivo y prácticas
pedagógicas vinculadas al bienestar estudiantil. Los resultados muestran que la
educación emocional contribuye significativamente al desarrollo de habilidades
como la autorregulación, la empatía y la resiliencia, las cuales influyen de
manera directa en la calidad de las relaciones interpersonales y en el
rendimiento académico. De este modo se concluye que, la articulación entre
educación emocional y convivencia escolar es indispensable para promover el
desarrollo integral del estudiante. Finalmente, se recomienda consolidar
políticas institucionales y estrategias pedagógicas sostenibles que permitan
integrar de manera efectiva la educación emocional en la vida escolar.
Palabras clave: educación emocional; convivencia escolar; desarrollo
integral; Educación Básica; competencias socioemocionales; clima escolar
Abstract
Emotional education and
school climate have become essential components for the holistic development of
students in basic education, especially in educational contexts where
socio-emotional challenges are increasingly evident. This article aims to
analyze, through a literature review, the relationship between these two
dimensions as pillars of holistic development. To this end, 16 academic sources
published between 2019 and 2025 were reviewed, including scientific articles,
books, and institutional documents related to emotional competencies, school
climate, socio-emotional development, and pedagogical practices linked to
student well-being. The results show that emotional education contributes
significantly to the development of skills such as self-regulation, empathy,
and resilience, which directly influence the quality of interpersonal
relationships and academic performance. Thus, it is concluded that the
connection between emotional education and school climate is indispensable for
promoting the holistic development of students. Finally, it is recommended to
consolidate institutional policies and sustainable pedagogical strategies that
allow for the effective integration of emotional education into school life.
Keywords: emotional education; school
coexistence; holistic development; Junior High Schoool
education; socio-emotional skills; school climate
Introducción
En el contexto educativo contemporáneo, los procesos
de enseñanza-aprendizaje han trascendido los límites de la instrucción
cognitiva para incorporar dimensiones socioemocionales que favorecen la
formación integral del estudiante. La educación emocional se ha consolidado
como un eje transversal del currículo escolar, al promover el autoconocimiento,
la empatía, la autorregulación y las habilidades sociales que permiten al
individuo desenvolverse de manera armónica en la comunidad educativa (Guerrero
et al., 2025). En este sentido, la convivencia escolar se erige
como el espacio donde estas competencias se ponen en práctica, configurando
relaciones interpersonales basadas en el respeto, la tolerancia y la
cooperación. Ambas dimensiones, educación emocional y convivencia escolar, son
pilares esenciales del desarrollo integral, especialmente en la Educación
Básica, etapa formativa en la que se establecen las bases del aprendizaje
social y afectivo.
La elección de la Educación Básica como foco de
estudio responde a que este subnivel constituye la etapa en la que se
configuran los fundamentos emocionales, sociales y convivenciales que
acompañarán al estudiante durante toda su trayectoria escolar. En la niñez, las
habilidades socioemocionales se desarrollan con mayor plasticidad y
profundidad, lo que permite formar capacidades de autorregulación, empatía,
manejo emocional y resolución de conflictos (Sanmartín & Tapia, 2023; Sisalema et al.,
2025). Asimismo, la convivencia escolar adquiere un carácter estructurante,
pues es en la interacción cotidiana con pares y docentes donde los niños
aprenden normas sociales, practican el diálogo, fortalecen el sentido de
pertenencia y construyen su identidad socioafectiva (Gómez & Agramonte,
2022). Por ello, abordar estas dimensiones en la Educación Básica es
fundamental para garantizar un desarrollo integral que articule lo cognitivo,
lo emocional y lo social desde las primeras experiencias escolares.
La escuela, más allá de su función instructiva,
constituye un entorno social donde los niños aprenden a relacionarse, resolver
conflictos y expresar sus emociones. De acuerdo con Sanmartín y Tapia (2023), la educación emocional tiene como objetivo
esencial dotar al alumnado de competencias para afrontar los desafíos de la
vida cotidiana y construir un bienestar personal y social duradero. Estas
competencias no solo impactan en el rendimiento académico, sino también en la
capacidad de adaptación, resiliencia y manejo de las emociones en contextos de
diversidad. La convivencia escolar, por su parte, es el reflejo de las
interacciones cotidianas dentro de la comunidad educativa; su fortalecimiento
requiere de prácticas pedagógicas orientadas al diálogo, la empatía y la participación
activa de todos los actores del proceso educativo (Gómez
& Agramonte, 2022).
En América Latina, y particularmente en Ecuador, los
sistemas educativos han comenzado a reconocer la necesidad de integrar la
educación emocional en el currículo, como lo establece Medina
et al. (2024) al promover el desarrollo de destrezas sociales y
emocionales en los niveles de Educación Inicial y Básica. Sin embargo, diversos
estudios señalan que la implementación de programas de convivencia y educación
emocional enfrenta limitaciones derivadas de la falta de formación docente, la
ausencia de políticas institucionales claras y el escaso acompañamiento
psicosocial (Guerrero
et al., 2025). En consecuencia, se hace necesario generar
espacios de reflexión y acción pedagógica que fortalezcan las capacidades
emocionales de los docentes y estudiantes, favoreciendo ambientes escolares
positivos y equitativos.
El concepto de convivencia escolar no debe reducirse
a la mera ausencia de conflictos, sino que debe entenderse como una
construcción dinámica que implica la participación activa, el reconocimiento de
la diversidad y la promoción de valores democráticos. Según Mendoza
et al. (2025), una convivencia escolar positiva favorece la cohesión
social y potencia la capacidad de los estudiantes para aprender en comunidad.
La educación emocional, en ese marco, actúa como un recurso preventivo frente a
la violencia, el acoso escolar y las conductas disruptivas, al fomentar la
gestión adecuada de las emociones y la empatía entre pares. Así, ambas
dimensiones se articulan de forma sinérgica en la búsqueda del desarrollo
integral del estudiante, entendido como un proceso que abarca las dimensiones
cognitiva, afectiva, social y ética.
La evidencia empírica reciente confirma la estrecha
relación entre educación emocional y clima escolar, como la investigación de Miranda
et al. (2025), que muestra que los programas de aprendizaje
socioemocional implementados en instituciones básicas generan mejoras
significativas en la convivencia y reducen los índices de conflicto. Estos
hallazgos coinciden con los postulados de la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2022, citado en Pulido & Lorente, 2024) que subraya la necesidad de fortalecer las
habilidades socioemocionales en los primeros niveles educativos para garantizar
sociedades más inclusivas y pacíficas. De este modo, la educación emocional no
se concibe únicamente como un complemento, sino como un componente estructural
de la calidad educativa.
En Ecuador, la Ley Orgánica de Educación
Intercultural (LOEI, 2011) promueve un enfoque humanista e inclusivo,
reconociendo la importancia del desarrollo emocional en la formación integral.
No obstante, la práctica educativa aún se centra en la transmisión de
contenidos académicos, relegando los aspectos afectivos y sociales. Esto genera
una brecha entre los ideales normativos y la realidad de las aulas, donde los
docentes, en muchas ocasiones, carecen de herramientas metodológicas para
integrar la educación emocional en sus planificaciones diarias. Como señala Arteaga
(2024) es imperativo replantear el rol docente como
mediador emocional, capaz de orientar, contener y acompañar a sus estudiantes
en los procesos de aprendizaje y socialización.
Por otra parte, la convivencia escolar demanda un
liderazgo pedagógico que fomente la cultura del diálogo, la participación y el
respeto mutuo. La gestión escolar debe orientarse hacia la construcción de
entornos seguros, donde se reconozca la diversidad como un valor y se prevengan
los conflictos mediante la educación en valores y la comunicación asertiva. En
esta línea, Mendoza
et al. (2025) destacan que las instituciones educativas que
incorporan planes de convivencia sostenibles y estrategias de educación
emocional reportan una mejora sustancial en el bienestar estudiantil y en la
cohesión institucional.
Desde esta perspectiva, el presente artículo tiene
como propósito analizar, desde una revisión bibliográfica narrativa, la
relación entre la educación emocional y la convivencia escolar como fundamentos
del desarrollo integral en la Educación Básica. A través del estudio,
interpretación y síntesis crítica de fuentes académicas recientes, se busca
identificar las principales aportaciones teóricas, enfoques pedagógicos y
buenas prácticas que sustentan la necesidad de integrar ambas dimensiones en la
formación de los estudiantes. De esta manera, el trabajo aporta una visión
reflexiva que permite orientar la acción docente y las políticas educativas
hacia la consolidación de una escuela más humana, inclusiva y emocionalmente
saludable.
Desarrollo
La educación emocional ha evolucionado desde un
enfoque complementario hasta convertirse en un componente esencial de la
formación integral. Estudios como el de Conejo (2022), consolidan el concepto que se ha planteado como un
proceso educativo, continuo y permanente que busca potenciar el desarrollo de
competencias emocionales, como la conciencia, la autorregulación y la autonomía
emocional, en todos los niveles de enseñanza. En la actualidad, la literatura
coincide en que las habilidades socioemocionales constituyen una de las
competencias clave del siglo XXI, fundamentales para el bienestar individual y
la convivencia social (Pulido
& Lorente, 2024). En el caso de la Educación Básica, estas
competencias adquieren un carácter fundacional, ya que sientan las bases del
equilibrio afectivo, la empatía y la cooperación, indispensables para el
aprendizaje significativo.
Educación
emocional: fundamentos teóricos y pedagógicos
La educación emocional se apoya en los principios de
la psicología humanista y el constructivismo, los cuales reconocen al
estudiante como sujeto activo en la construcción de su conocimiento. Según Sisalema
et al. (2025), educar las emociones implica promover la
alfabetización emocional mediante experiencias de aprendizaje que permitan
identificar, comprender y gestionar las emociones propias y ajenas. Esta
perspectiva coincide con el enfoque de la inteligencia emocional propuesto por Sanmartín y Tapia (2023) quienes subrayan que las habilidades emocionales
son tan determinantes como las cognitivas para el éxito académico y social.
En el ámbito escolar, la educación emocional no se
limita a la instrucción explícita, sino que se integra en la vida cotidiana del
aula, a través de la mediación del docente, las dinámicas grupales y las
relaciones interpersonales. De acuerdo con Sisalema
et al. (2025), las estrategias pedagógicas que favorecen la
autorregulación emocional y la empatía contribuyen a mejorar el clima escolar y
a prevenir conductas disruptivas. La educación emocional también se relaciona
con la resiliencia, ya que permite a los estudiantes enfrentar los desafíos
académicos y personales con una actitud positiva (Guerrero
et al., 2025).
En este sentido, la escuela actúa como un agente
socializador emocional, donde los niños aprenden a reconocer emociones, manejar
conflictos y desarrollar habilidades para la convivencia. Según la LOEI (2011) en Ecuador se reconoce la dimensión emocional
dentro de la formación integral del ser humano, planteando la necesidad de
incorporar competencias socioemocionales en el currículo.
Convivencia
escolar: una construcción socioeducativa
La convivencia escolar es entendida como el conjunto
de relaciones interpersonales que se establecen en el entorno educativo y que
posibilitan el desarrollo integral del estudiante (Cedeño
et al., 2022). En este sentido se analiza que la convivencia no
se reduce a la ausencia de conflictos, sino que se construye sobre principios
de respeto, equidad, cooperación y diálogo. Este enfoque implica una visión
democrática de la escuela, en la que todos los miembros docentes, estudiantes y
familias participan activamente en la creación de ambientes armónicos y
seguros.
Una convivencia positiva repercute directamente en
el rendimiento académico y en la estabilidad emocional del alumnado (Toscano
et al., 2019). Cuando la escuela propicia el diálogo, la escucha
activa y la empatía, se fortalecen las habilidades sociales y se previenen
situaciones de acoso, exclusión o violencia escolar. En esta línea, Conejo (2022) enfatiza que los programas de convivencia deben
promover el aprendizaje socioemocional como estrategia preventiva y formativa,
vinculando la gestión de las emociones a la resolución pacífica de conflictos.
Desde una perspectiva pedagógica, la convivencia escolar
se constituye en un espacio de aprendizaje ético y emocional. Según Sanmartín
y Tapia (2023), los ambientes educativos que fomentan la confianza
y el sentido de pertenencia generan condiciones favorables para el desarrollo
socioafectivo. Por ello, los docentes desempeñan un rol crucial como mediadores
de las relaciones humanas en el aula, guiando al alumnado en la práctica de
valores como la solidaridad, el respeto y la responsabilidad compartida.
Educación
emocional y convivencia escolar: una relación integradora
La relación entre educación emocional y convivencia
escolar ha sido objeto de creciente interés en la última década. Ambas
dimensiones se complementan y retroalimentan: la educación emocional
proporciona las herramientas internas para comprender y regular las emociones,
mientras que la convivencia escolar ofrece el espacio social donde dichas
habilidades se aplican y consolidan. Según Anilema
et al. (2024), los programas de aprendizaje socioemocional
mejoran significativamente la convivencia y fortalecen la cohesión grupal en el
aula. Estos resultados se asocian a una reducción de los niveles de ansiedad,
agresividad y conflictividad, así como al aumento del sentido de pertenencia y
cooperación entre pares.
En el contexto latinoamericano, la implementación de
estrategias que integren la dimensión emocional y la convivencia enfrenta desafíos
estructurales. Delgado
et al. (2025) advierten que, aunque las políticas educativas
reconocen la importancia del componente emocional, la práctica docente todavía prioriza
los contenidos cognitivos sobre el desarrollo socioafectivo. Esto revela la
necesidad de formar docentes emocionalmente competentes, capaces de diseñar
ambientes de aprendizaje donde la gestión emocional y la convivencia sean ejes
articuladores del proceso educativo.
Asimismo, el desarrollo integral del estudiante, que
comprende las dimensiones cognitiva, afectiva, social y ética, solo es posible
cuando el sistema educativo valora las emociones como parte esencial del
aprendizaje. Sanmartín
y Tapia (2023) señalan que el equilibrio entre conocimiento
académico y formación emocional favorece la adaptación social y la construcción
de una identidad personal positiva. En este sentido, la escuela se convierte en
un espacio de crecimiento humano donde la convivencia y la educación emocional
se entrelazan para formar ciudadanos empáticos, críticos y socialmente
responsables.
La revisión de la literatura permite afirmar que la
educación emocional y la convivencia escolar no son elementos aislados, sino
procesos complementarios y co-dependientes que
sustentan la formación integral. Su articulación favorece el bienestar
psicológico, la autonomía moral y el sentido de comunidad en los estudiantes de
Educación Básica. Los estudios más recientes convergen en la idea de que
fortalecer la educación emocional y promover la convivencia positiva constituyen
estrategias esenciales para alcanzar una educación de calidad alineada con la educación
de calidad, la salud y el bienestar (Gómez, 2018). En consecuencia, se requiere una mayor apuesta
institucional por programas formativos que integren ambas dimensiones,
consolidando una escuela emocionalmente inteligente y socialmente inclusiva.
Metodología
El trabajo se desarrolló con un enfoque cualitativo
de tipo revisión bibliográfica narrativa, orientada a analizar y sintetizar los
aportes teóricos y empíricos sobre la educación emocional y la convivencia
escolar como pilares del desarrollo integral de los estudiantes de Educación Básica.
Este tipo de revisión permite integrar perspectivas diversas, identificar
convergencias conceptuales y ofrecer una visión interpretativa del estado
actual del conocimiento sin ceñirse a un protocolo sistemático como PRISMA,
privilegiando el análisis crítico y reflexivo de las fuentes (Sandoval, 2024).
La búsqueda de información se efectuó en bases de
datos académicas reconocidas por su rigor científico, tales como Google Scholar, Scielo,
ERIC, RedALyC y Dialnet, priorizando
publicaciones de los últimos cinco años (2020–2025) para garantizar la
actualidad de los aportes. Los criterios de inclusión consideraron artículos
científicos, libros y documentos institucionales vinculados a la educación
emocional, la convivencia escolar, el desarrollo socioemocional, el clima
escolar y las competencias socioafectivas en contextos de Educación Básica. Se
excluyeron fuentes no académicas, duplicadas o con escasa pertinencia temática.
El proceso de revisión comprendió tres etapas
fundamentales:
1.
Búsqueda
y selección documental: se emplearon combinaciones de palabras clave como educación
emocional, convivencia escolar, aprendizaje socioemocional, educación
básica, desarrollo integral y competencias emocionales. Se
seleccionaron un total de 16 fuentes entre artículos científicos, informes
institucionales y revisiones teóricas relevantes.
2.
Análisis
e interpretación de la información: las fuentes fueron organizadas según sus
principales categorías temáticas:
o
Educación
emocional y competencias socioafectivas.
o
Convivencia
escolar y clima institucional.
o
Desarrollo
integral del estudiante.
o
Rol
docente y estrategias pedagógicas para la educación emocional.
Se procedió a un análisis de contenido cualitativo, identificando tendencias,
coincidencias y vacíos teóricos.
3.
Síntesis
y discusión crítica: los resultados fueron sistematizados con el fin de
establecer relaciones entre los enfoques teóricos y las experiencias educativas
reportadas, destacando buenas prácticas y retos actuales en el ámbito de la
Educación Básica. Este proceso permitió construir una visión integradora que
fundamenta las conclusiones del estudio.
La validez de la revisión se sustentó en la
selección rigurosa de fuentes de alta calidad científica y en el contraste de
perspectivas internacionales y latinoamericanas, garantizando un marco
analítico equilibrado y contextualizado. La revisión, por tanto, no busca una
exhaustividad estadística, sino una profundización interpretativa, útil para
orientar la reflexión pedagógica y la práctica docente hacia el fortalecimiento
de la educación emocional y la convivencia escolar en las instituciones
educativas de nivel básico.
Análisis
El análisis de las 16 fuentes seleccionadas permitió
identificar patrones comunes, tendencias emergentes y vacíos teóricos en torno
a la educación emocional, la convivencia escolar y su contribución al
desarrollo integral en la Educación Básica. La literatura reciente (2019–2025)
coincide en que ambos componentes no solo fortalecen los aspectos
socioafectivos del estudiante, sino que también impactan directamente en su
desempeño académico, comportamiento, adaptación social y bienestar psicológico.
A partir de la revisión, se organizaron los
hallazgos en tres dimensiones principales: educación emocional como competencia
formativa, convivencia escolar como espacio relacional, y desarrollo integral
como resultado educativo. Estas categorías permitieron estructurar un análisis
integrador, coherente con el marco conceptual y con el enfoque cualitativo
adoptado para el estudio.
1. Educación emocional como competencia formativa
esencial
La mayoría de los autores consultados destacan que
la educación emocional ha dejado de ser un componente complementario del currículo
para convertirse en un eje transversal del proceso educativo. Los hallazgos
identifican tres grandes aportes:
a)
Desarrollo de
competencias socioemocionales.
Los estudios de Sanmartín
y Tapia (2023) y Sisalema
et al. (2025) coinciden en que la educación emocional promueve la
autoconciencia, la autorregulación y la empatía, habilidades consideradas
esenciales para el aprendizaje significativo y la convivencia. Estas
competencias fortalecen la capacidad de los estudiantes para comprender sus
emociones, adaptarse a los cambios y resolver conflictos de manera pacífica.
b)
Impacto en el
clima escolar
Investigaciones recientes (Guerrero
et al., 2025; Miranda
et al., 2025) evidencian mejoras sustanciales en el clima escolar
cuando se implementan programas de inteligencia emocional. Se reportan disminuciones
en conflictos interpersonales, mayor cohesión grupal y un aumento significativo
del sentimiento de pertenencia en los estudiantes.
c) Relación con el rendimiento académico
La literatura revisada señala que la educación
emocional no solo fortalece la dimensión afectiva del estudiante, sino que
también genera condiciones cognitivas favorables para el aprendizaje. Cedeño
et al. (2022) destacan que estudiantes emocionalmente competentes
presentan mayor motivación, atención y persistencia en las tareas escolares.
2.
Convivencia
escolar y clima institucional
La convivencia escolar es entendida como una
construcción colectiva que se nutre de valores, prácticas y relaciones entre
los miembros de la comunidad educativa. Los resultados muestran tres aportes
fundamentales:
a)
Convivencia como
construcción social
Los trabajos de Gómez
y Agramonte (2022) y Mendoza
et al. (2025) enfatizan que la convivencia no se reduce a normas
disciplinarias, sino que se construye mediante prácticas democráticas basadas
en el respeto, el diálogo y la cooperación. Esta visión promueve un ambiente
positivo que facilita el aprendizaje y la socialización.
b)
Prevención de
violencia y acoso escolar
La evidencia de Conejo (2022) y Guerrero
et al. (2025) muestra que la educación emocional funciona como un
mecanismo preventivo frente a conductas agresivas, acoso escolar y exclusión.
Estudiantes capaces de identificar y expresar adecuadamente sus emociones
presentan menores niveles de hostilidad y mayor respeto por la diversidad.
c)
Rol docente como
mediador emocional
La revisión destaca la centralidad del docente como
modelador de la convivencia. Arteaga
(2024) y Delgado
et al. (2025) subrayan que el maestro no solo enseña contenidos,
sino que gestiona emociones en el aula, crea ambientes seguros y facilita la
resolución pacífica de conflictos.
3. Desarrollo integral como resultado educativo
El desarrollo integral se concibe como la
articulación de las dimensiones cognitiva, afectiva, social y ética del
estudiante. La revisión revela tres hallazgos esenciales:
a)
Articulación
entre razón y emoción
Los estudios revisados señalan que la formación
integral exige equilibrar conocimientos académicos con habilidades para la
vida. Anilema
et al. (2024) sostienen que los programas socioemocionales
fortalecen la autonomía, la comunicación asertiva y la toma de decisiones
responsables.
b) Bienestar emocional como condición para aprender
La evidencia de Delgado
et al. (2025) confirma que el bienestar emocional influye en la
disposición del estudiante hacia el aprendizaje, su permanencia escolar y su
capacidad para enfrentar desafíos. La escuela, por tanto, debe convertirse en
un entorno seguro que proteja la salud emocional.
c)
Alineación con
los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
La literatura destaca que promover la educación
emocional y la convivencia escolar contribuye directamente al cumplimiento de
los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular el ODS 4 (educación de
calidad) y el ODS 3 (salud y bienestar), como lo señala Gómez (2018).
Tabla 1. Síntesis temática de los resultados de la revisión
|
Dimensión |
Hallazgos
principales |
Autores
representativos |
Implicaciones
educativas |
|
Educación emocional |
Mejora del clima escolar, desarrollo de
competencias socioemocionales, mayor resiliencia y motivación académica |
Sanmartín y Tapia (2023), Sisalema et
al. (2025), Miranda et al. (2025) |
Integrar programas de alfabetización emocional;
capacitar docentes en gestión emocional; actividades centradas en empatía y
autorregulación |
|
Convivencia
escolar |
Comunicación
asertiva, prevención de violencia, participación democrática, cohesión grupal |
Gómez y
Agramonte (2022), Mendoza et al. (2025), Conejo (2022) |
Diseñar
planes de convivencia institucional, promover cultura del diálogo, fortalecer
el rol mediador del docente |
Fuente: elaboración propia.
Los resultados muestran una clara convergencia: la
educación emocional y la convivencia escolar no funcionan de manera aislada,
sino que se potencian mutuamente para construir experiencias educativas más
humanizadas. La literatura evidencia que cuando una institución promueve la
gestión emocional, fomenta la participación y prioriza el bienestar, sus
estudiantes presentan mejores indicadores de rendimiento académico, relaciones
interpersonales más saludables y mayor compromiso escolar.
Asimismo, se identifica un desafío recurrente: la
formación docente insuficiente en materia socioemocional. La mayoría de autores
resaltan la necesidad urgente de capacitar al profesorado para que actúe como
mediador emocional y modelador de conductas positivas. Los hallazgos confirman
que la articulación educación emocional–convivencia escolar es un pilar del
desarrollo integral del estudiante, especialmente en la Educación Básica, donde
se establecen las bases para la socialización, la autonomía emocional y la
construcción de ciudadanía.
Los resultados del estudio permiten confirmar que la
educación emocional y la convivencia escolar constituyen elementos
profundamente vinculados y determinantes en el desarrollo integral de los
estudiantes de Educación Básica. La revisión bibliográfica revela que ambos
componentes se articulan de manera sinérgica, configurándose como pilares de un
modelo educativo humanista y orientado al bienestar. Esta articulación ha sido
ampliamente respaldada por investigaciones recientes, las cuales evidencian que
el fortalecimiento de las competencias emocionales favorece la calidad de las
relaciones interpersonales, la cohesión grupal y la construcción de ambientes
escolares seguros (Guerrero
et al., 2025; Mendoza
et al., 2025).
Un aspecto central discutido en la literatura es el
papel del docente como mediador emocional. Arteaga
(2024) y Delgado
et al., (2025) destacan que la figura docente trasciende la mera
transmisión de conocimientos y se configura como un facilitador de experiencias
socioemocionales significativas. En efecto, la capacidad del docente para
identificar emociones, manejar conflictos y modelar conductas prosociales se
refleja en la calidad de la convivencia escolar. Esta idea se refuerza con los
estudios que señalan que el liderazgo empático del profesorado contribuye a
disminuir la incidencia de comportamientos agresivos, mejorar la comunicación y
promover un clima escolar positivo (Miranda
et al., 2025).
Asimismo, se evidencia que la convivencia escolar no
debe interpretarse solo como la ausencia de conflictos, sino como una
construcción social continua que requiere participación activa, diálogo y
corresponsabilidad. Los hallazgos muestran que cuando la escuela promueve una
cultura de escucha, respeto y cooperación, se generan condiciones propicias
para el desarrollo socioemocional, la autorregulación y el aprendizaje
significativo (Gómez
& Agramonte, 2022; Anilema
et al., 2024). Estos resultados coinciden con la perspectiva que
concibe la convivencia como un espacio pedagógico donde se aprende a vivir en
comunidad y a valorar la diversidad.
No obstante, la revisión también da cuenta de
importantes desafíos. Uno de los aspectos más reiterados en los estudios es la
insuficiente formación docente en competencias socioemocionales, lo cual limita
la implementación efectiva de programas de educación emocional y estrategias de
convivencia. A pesar de los lineamientos normativos establecidos por la LOEI (2011) y otras políticas educativas, aún persiste una
brecha entre el currículo prescrito y la práctica real en las aulas. Este
hallazgo resulta relevante, pues sugiere la necesidad de fortalecer la
capacitación continua del profesorado, así como de promover acompañamiento
institucional que permita una integración sostenible de la dimensión emocional
en los procesos pedagógicos.
Asimismo, se evidencia que, aunque existen
iniciativas para incorporar la educación emocional en los establecimientos
educativos, estas suelen ser aisladas o de corto alcance. La falta de
seguimiento, evaluación y sostenibilidad compromete el impacto esperado en la
convivencia escolar y en el desarrollo integral del estudiante. Por ello,
resulta imprescindible que las instituciones adopten una visión de largo plazo,
enmarcada en proyectos educativos institucionales que prioricen el bienestar
emocional y social de la comunidad.
La discusión confirma que la educación emocional y
la convivencia escolar no constituyen dimensiones accesorias, sino
fundamentales para garantizar una formación integral. La evidencia revisada
respalda la idea de que una escuela emocionalmente saludable mejora el clima
escolar y también el rendimiento académico, la integración social y la salud
mental de los estudiantes. Por tanto, la intervención educativa debe avanzar
hacia un modelo que reconozca las emociones como parte esencial del aprendizaje
y promueva ambientes de convivencia basados en la participación, la empatía y
el respeto mutuo.
Conclusiones
La revisión bibliográfica realizada permitió
identificar que la educación emocional y la convivencia escolar son pilares
insustituibles en el desarrollo integral de los estudiantes de Educación
Básica. También quedó evidenciado que estas dimensiones se complementan,
fortalecen y retroalimentan, generando ambientes educativos más inclusivos,
seguros y orientados al bienestar estudiantil.
Entre los
principales aportes del estudio se destaca que la educación emocional favorece
la formación de competencias socioafectivas esenciales como la empatía, la
autorregulación y la resiliencia, las cuales impactan positivamente en el
aprendizaje y en la conducta escolar; la convivencia escolar se construye desde
prácticas democráticas y relacionales, orientadas al respeto, la cooperación y
la resolución pacífica de conflictos; el rol docente resulta fundamental, pues
su liderazgo emocional influye directamente en la calidad de las interacciones,
el clima del aula y la cohesión del grupo; el desarrollo integral del
estudiante depende de la articulación coherente entre las dimensiones
emocional, social y cognitiva, permitiendo una formación más completa, humana y
sostenible.
El estudio recomienda fortalecer las políticas
institucionales de convivencia, potenciar la formación docente en competencias
socioemocionales e impulsar estrategias pedagógicas continuas que integren la
educación emocional como eje transversal del currículo. Solo así será posible
consolidar una escuela emocionalmente inteligente, capaz de formar ciudadanos
críticos, empáticos y comprometidos con la construcción de una sociedad más
justa e inclusiva.
Referencias
bibliográficas
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