Recibido: 28/mayo/2025       Aceptado: 2/noviembre/2025

 

Ética y axiología en la formación docente: construcción de valores para una práctica educativa transformadora (Revisión)

Ethics and Axiology in teacher training: building values for a transformative educational practice (Review)

 

Rocio Elizabeth Salguero Vivanco. Licenciada en Ciencias de la Educación. Universidad

Técnica Estatal de Quevedo. Ecuador.  [ rsalguerov@uteq.edu.ec ]

[ https://orcid.org/0009-0006-5389-4732 ]

 

Rolando Alberto Vélez Loor. Ing. en Gestión Empresarial Universidad Técnica Estatal de Quevedo, Ecuador.   [ rolando-velez.1970@outlook.com ]

[ https://orcid.org/0009-0000-5751-4625 ]

 

Wilmer Javier Changoluisa Toaquiza. Ingeniero en Electromecánica. Universidad Técnica Estatal de Quevedo. Ecuador.   [ wchangoluisat@uteq.edu.ec ]

[ https://orcid.org/0000-0002-2035-6421 ]

 

Ramón López Cordoví. Licenciado en Educación en la especialidad de Educación Laboral. Doctor en Ciencias de la Educación. Dirección General de Educación de Granma. Bayamo. Cuba. [ rlcordovi73@gmail.com ] [ https://orcid.org/0000-0002-5087-2582 ]

 

Resumen

En un mundo cada vez más globalizado y con contextos socioeducativos complejos, es fundamental contar con un profesorado que no solo sea competente en lo técnico, sino que también esté comprometido éticamente. En este sentido, la formación del personal docente en el siglo XXI enfrenta desafíos éticos y axiológicos sin precedentes, derivados de la creciente incorporación de tecnologías digitales a los procesos educativos. Ello implica que la formación docente enfrenta al reto de integrar de manera clara la dimensión axiológica y ética, preparando así a profesionales que puedan liderar procesos educativos con una visión trasformadora del contexto. Este análisis se centra en la importancia de la ética y la axiología dentro de los programas de formación docente, sugiriendo un marco para construir valores que respalden una práctica educativa crítica y emancipadora. Se llevó a cabo una revisión sistemática de la literatura especializada, consultando bases de datos como Scopus, Web of Science, ERIC y Dialnet, enfocándose en publicaciones de los últimos 15 años sobre ética en la educación, axiología y formación pedagógica. Se ha identificado una brecha significativa entre lo que se dice sobre la importancia de los valores y su verdadera integración en el currículo de formación docente. La formación docente debe ir más allá del enfoque tecnocrático y adoptar una perspectiva que fomente la reflexión ética continua. La creación de una axiología profesional compartida, centrada en la justicia social, la empatía y la responsabilidad, es esencial para lograr una práctica educativa genuinamente transformadora.

Palabras clave: formación docente; ética educativa; axiología; valores profesionales; práctica transformadora; reflexión crítica

Abstract

In an increasingly globalized world with complex socio-educational contexts, it is essential to have a teaching staff that is not only technically competent but also ethically committed. In this sense, teacher training in the 21st century faces unprecedented ethical and axiological challenges stemming from the increasing integration of digital technologies into educational processes. This implies that teacher training faces the challenge of clearly integrating the axiological and ethical dimensions, thus preparing professionals who can lead educational processes with a transformative vision of the context. This analysis focuses on the importance of ethics and axiology within teacher training programs, suggesting a framework for building values that support a critical and emancipatory educational practice. A systematic review of the specialized literature was conducted, consulting databases such as Scopus, Web of Science, ERIC, and Dialnet, focusing on publications from the last 15 years on Ethics in education, Axiology, and pedagogical training. A significant gap has been identified between what is said about the importance of values and their actual integration into teacher training curricula. Teacher training must move beyond a technocratic approach and adopt a perspective that fosters ongoing ethical reflection. The creation of a shared professional axiology, centered on social justice, empathy, and responsibility, is essential for achieving genuinely transformative educational practice.

Keywords: teacher training; educational ethics; Axiology; professional values; transformative practice; critical reflection

Introducción

El siglo XXI está marcado por cambios profundos en lo social, cultural y tecnológico, que están redefiniendo constantemente el papel de la educación y, por ende, el de los docentes (Tedesco, 2018). En este contexto, la formación de los profesores ha estado históricamente influenciada por un enfoque tecnocrático, que prioriza la adquisición de habilidades prácticas y didácticas, dejando de lado la formación humanística y ética (Bárcena y Mélich, 2014). Esta visión resulta insuficiente para enfrentar los complejos dilemas morales que los educadores deben resolver a diario en aulas multiculturales, inclusivas y marcadas por desigualdades estructurales y el desarrollo científico técnico y tecnológico que impacta hoy en día en los procesos de formación del personal docente.

Como resultado del actual desarrollo tecnológico y la irrupción de la inteligencia artificial en las aulas, han surgido nuevos dilemas en el proceso de formación docente. ¿Qué significa enseñar cuando una máquina puede generar contenidos, corregir tareas o incluso predecir comportamientos? ¿Cómo aseguramos que el vínculo humano no se diluya entre algoritmos y pantallas? ¿Estará el docente de hoy en capacidad de enfrentar estos nuevos desafíos? Aquí es donde la ética se vuelve brújula. El docente debe ser más que un operador de sistemas: debe ser un mediador crítico, capaz de discernir cuándo la tecnología potencia el aprendizaje y cuándo lo empobrece.

De este modo, la formación del personal docente en la actualidad afronta desafíos éticos y axiológicos sin precedentes, derivados de la creciente incorporación de tecnologías digitales en los procesos educativos. En este contexto, la ética, como reflexión crítica sobre la conducta humana y la axiología como estudio de los valores, se convierten en pilares fundamentales para orientar la práctica pedagógica hacia horizontes humanistas, inclusivos y socialmente responsables (Cortina, 2018). En un mundo donde la tecnología redefine nuestras formas de enseñar, aprender y relacionarnos, el papel del educador como guía moral y formador de valores cobra una relevancia aún mayor. No basta con saber usar herramientas digitales; hay que saber para qué, cómo y con qué propósito se utilizan.

Como se señala anteriormente, la ética profesional docente no puede limitarse a códigos normativos; debe constituirse como una praxis reflexiva que permita al educador tomar decisiones conscientes frente a dilemas morales complejos. En este sentido, la axiología aporta una estructura conceptual para identificar, jerarquizar y promover valores que sustenten una educación transformadora. Valores como la justicia, la equidad, la responsabilidad, la empatía y la honestidad adquieren una renovada vigencia ante el uso de tecnologías que, si bien amplifican las posibilidades educativas, también introducen riesgos éticos relacionados con la privacidad, la deshumanización del vínculo pedagógico y la reproducción de sesgos algorítmicos (Floridi, 2023).

Por tal razón, la ética no debe verse solo como un conjunto de reglas, sino como una reflexión profunda sobre nuestras acciones morales. Por otro lado, la axiología, que se ocupa de los valores, se convierte en un pilar esencial para redirigir la formación docente hacia un futuro más significativo y con un impacto social real (Cortina, 2018). La educación, en su esencia, es una práctica moral, llena de valoraciones y decisiones que influyen en la vida de los estudiantes (Hansen, 2018). Cada acción pedagógica, desde cómo se evalúa hasta qué contenidos se eligen, lleva consigo una dimensión axiológica que puede tanto perpetuar estructuras de dominación como fomentar procesos de liberación y pensamiento crítico (Freire, 2018).

Teniendo en cuenta las ideas anteriormente planteadas, la formación del personal docente implica no solo transmitir saberes, sino cultivar una sensibilidad ética que les permita actuar con responsabilidad, justicia y humanidad. La axiología, como estudio de los valores, ayuda a identificar aquellos principios que deben sostener la práctica educativa: el respeto, la equidad, la honestidad, la empatía, la libertad y la solidaridad. Estos valores no son abstractos; se viven en cada decisión pedagógica, en cada interacción con los estudiantes, en cada uso que se hace de la tecnología.

Al respecto, este artículo busca explorar la compleja relación entre la ética, la axiología y la formación de docentes, argumentando que construir conscientemente una base de valores es fundamental para una práctica educativa que realmente transforme. La incorporación de valores como la justicia, la empatía, la integridad intelectual y la responsabilidad social no puede dejarse al azar o a la simple socialización informal; debe ser el hilo conductor de todo currículo de formación inicial y continua en la formación docente. El documento se organiza de la siguiente manera: primero, se profundiza en el marco teórico que conecta la ética y la axiología con la profesión docente. Luego, se examinan los principales desafíos axiológicos que enfrentan los educadores actualmente. Después, se presenta una propuesta concreta para integrar estos elementos en la formación docente, concluyendo con reflexiones que subrayan la necesidad urgente de este cambio ético en la pedagogía.

Desarrollo

La intersección entre ética, axiología y profesión docente

La docencia va más allá de simplemente enseñar; es, en esencia, una profesión con un profundo sentido moral. Este aspecto moral surge de su objetivo principal: formar integralmente a los seres humanos (Fullan & Hargreaves, 2019). Para entender este fundamento, es crucial diferenciar y conectar los conceptos de ética y axiología. La axiología se centra en la naturaleza de los valores y en cómo hacemos juicios sobre ellos. En el contexto educativo, los valores funcionan como faros que guían la acción pedagógica. Valores como la equidad, el respeto a la diversidad, la búsqueda de la verdad y la solidaridad no son solo adornos en el discurso educativo; son principios que deben reflejarse en la cultura institucional y en la práctica cotidiana (Ortega, 2004).

La axiología educativa plantea preguntas como: ¿qué valores se deben fomentar a través de la educación? ¿Cómo se manifiestan esos valores en la relación pedagógica? Por otro lado, la ética aplicada a la educación (o ética docente) ofrece un marco de reflexión que ayuda a tomar decisiones sensatas cuando estos valores se interrelacionan entre ellos. Un docente se enfrenta a dilemas éticos de manera constante: ¿cómo distribuyo mi atención entre estudiantes con diferentes necesidades educativas? ¿Cómo evalúo de forma justa en un sistema que promueve la competitividad? La ética proporciona las herramientas necesarias para analizar estas situaciones, reflexionar y actuar de la manera más coherente posible con los valores que se defienden (Shapiro & Stefkovich, 2021).

Autores como Noddings (2015) destacan la importancia de una ética del cuidado, donde la relación educativa se basa en la receptividad, la respuesta y la conexión, poniendo en primer plano las necesidades del estudiante como ser relacional. Esta visión valora el cuidado, la empatía y la responsabilidad, situándolos en el corazón de la práctica docente, en contraste con enfoques fríos y puramente académicos. Desde un enfoque más crítico, siguiendo a Freire (2018), se sostiene que la educación es un acto político que no puede ser imparcial. En este contexto, la ética docente implica una elección por los oprimidos, la justicia social y la transformación de estructuras injustas. Por lo tanto, los valores que se promueven deben estar en sintonía con un proyecto democrático y emancipador.

En resumen, el marco teórico que respalda este artículo se fundamenta en la idea de que la formación docente debe integrar de manera sistémica la reflexión sobre los valores que se defienden con la deliberación ética sobre cómo actuar de manera coherente con ellos, con el fin de construir una identidad profesional sólida y comprometida. Ello implica comprender la ética como la capacidad de discernir lo justo, lo correcto y lo humano en cada decisión pedagógica; por lo que se convierte en un eje transversal de la formación docente. No se trata únicamente de incorporar contenidos sobre moral profesional, sino de cultivar una sensibilidad ética que permita al educador actuar con responsabilidad, empatía y compromiso social. En este sentido, la axiología aporta el marco conceptual necesario para identificar y jerarquizar los valores que deben orientar la acción educativa: la justicia, la equidad, la honestidad, la solidaridad, la libertad y el respeto por la diversidad.

En relación con lo anterior, la formación de valores se constituye en una premisa fundamental en la formación docente ante los desafíos contemporáneos que nos impone el desarrollo tecnológico cada vez más creciente, y su aplicación a la educación. Entre ellos adquieren especial atención:

·                     La responsabilidad digital: entendida como el uso ético y consciente de las tecnologías, respetando la privacidad, la autoría intelectual y el bienestar emocional de los estudiantes.

·                     La transparencia: exige explicar de manera clara el funcionamiento, los alcances y las limitaciones de las herramientas tecnológicas utilizadas.

·                     La equidad: como principio rector para garantizar que la tecnología no reproduzca desigualdades, sino que contribuya a superarlas.

·                     La empatía mediada: que reconoce la importancia del vínculo afectivo en el proceso educativo, incluso cuando este se da a través de medios digitales.

·                     La autonomía profesional: que reafirma el papel del docente como sujeto pensante, capaz de tomar decisiones pedagógicas más allá de lo que sugieren los algoritmos.

En resumen, la ética y la axiología no pueden ser abordadas como contenidos aislados dentro del currículo de formación docente. Deben ser vividas, discutidas y problematizadas en cada espacio formativo, desde la práctica reflexiva hasta el diseño curricular. En la actualidad, en que la educación es concebida como un proceso profundamente humanista y transformador, estos valores adquieren una dimensión estratégica para garantizar que el uso de la tecnología esté al servicio del desarrollo pleno del ser humano y no de su subordinación a lógicas instrumentales.

Así, formar docentes éticamente sólidos y axiológicamente comprometidos no es solo una meta académica, sino una apuesta por el perfeccionamiento de la educación. En tiempos de inteligencia artificial, la educación necesita más que nunca de educadores capaces de pensar críticamente, con sentido ético, con competencias profesionales para desempeñar un proceso docente que responda a las exigencias contemporáneas que impactan directamente en los procesos de formación, específicamente, en la formación docente.

Desafíos axiológicos contemporáneos en la práctica docente

Actualmente, la docencia se lleva a cabo en un entorno lleno de tensiones y valores que realmente ponen a prueba la ética de los profesores. Estos desafíos no son algo secundario; son el corazón de la educación moderna. Uno de los retos más significativos es la lucha entre la eficiencia tecnocrática y la equidad educativa. Los sistemas educativos, influenciados por lógicas neoliberales, a menudo priorizan indicadores de rendimiento, estandarización de pruebas y resultados medibles (Slee, 2018). Esta cultura de la performatividad empuja a los docentes a moverse entre la presión de cumplir con metas estadísticas y su deber ético de atender las necesidades individuales, diversas y, en ocasiones, vulnerables de sus estudiantes. Aquí, el valor de la eficiencia choca directamente con los principios de equidad, inclusión y desarrollo integral.

Además, otro gran desafío es la educación en valores en sociedades plurales y multiculturales. El aula se convierte en un microcosmos de la sociedad, donde se encuentran diferentes cosmovisiones, creencias religiosas, orientaciones sexuales e identidades culturales. Ante esto, el docente no puede recurrir a una única axiología. Como menciona Cortina (2018), “Su tarea es promover una ética mínima de valores cívicos compartidos (como el respeto, la dignidad y la tolerancia) que facilite el diálogo entre las diversas éticas máximas o visiones particulares del bien” (p. 113). El reto es evitar tanto el relativismo acrítico como el dogmatismo en los valores, para así construir una identidad profesional sólida y comprometida.

Un tercer desafío que se enfrenta es la brecha digital y el uso ético de la tecnología. La llegada de la inteligencia artificial, los entornos virtuales y las redes sociales han abierto nuevas fronteras para la acción moral. Los docentes tienen la responsabilidad de guiar a los estudiantes en un uso crítico y responsable de la tecnología, abordando dilemas como la privacidad de los datos, la veracidad de la información (posverdad) y la prevención del ciberacoso (Ortega, 2004). La formación en valores ahora debe extenderse al mundo digital, a un espacio donde los valores tradicionales se ven desafiados por nuevas dinámicas.

Ello implica que la formación del personal docente asuma nuevos retos que trasciendan lo metodológico y lo disciplinar. Hoy, más que nunca, se impone una reflexión profunda sobre los fundamentos éticos y axiológicos que deben guiar la práctica educativa en un entorno marcado por la irrupción de tecnologías emergentes, entre ellas la inteligencia artificial (IA).

La incorporación de tecnologías digitales en el aula, y en particular de sistemas basados en IA, ha transformado las dinámicas de enseñanza-aprendizaje. Si bien estas herramientas ofrecen oportunidades para personalizar la educación, optimizar procesos y ampliar el acceso al conocimiento, también introducen dilemas éticos que no pueden ser ignorados. ¿Qué sucede cuando un algoritmo decide qué contenidos mostrar a un estudiante? ¿Cómo se garantiza la privacidad de los datos? ¿Qué papel juega el docente frente a una herramienta que puede generar textos, corregir tareas o predecir comportamientos?

En este nuevo escenario, el docente debe asumir un rol activo como mediador crítico entre la tecnología y el sujeto que aprende. La formación ética y axiológica debe prepararlo para tomar decisiones informadas, conscientes y humanistas frente al uso de la IA. Esto implica desarrollar competencias no solo técnicas, sino también morales, que le permitan evaluar el impacto de sus acciones en el desarrollo integral del estudiante.

Lo anterior adquiere especial relevancia en la desconexión existente entre el currículo explícito y el currículo oculto. Mientras que el discurso oficial promueve valores como la cooperación y la crítica, la estructura misma de la escuela (sistemas de evaluación competitivos, jerarquías rígidas, distribución del espacio) a menudo transmite valores opuestos como el individualismo y la sumisión (Apple, 2019). El docente transformador debe ser consciente de este currículo oculto y trabajar activamente para alinear la práctica institucional con los valores que se predican. Estos desafíos demuestran que la ética docente no es solo una idea abstracta, sino una necesidad práctica para navegar la complejidad de la escuela del siglo XXI, sin perder de vista la misión educativa y construir una identidad profesional sólida y comprometida.

Propuesta para la integración curricular de la ética y la axiología en la formación docente

Para enfrentar los desafíos mencionados, es fundamental llevar a cabo una intervención intencionada y bien estructurada en los programas de formación inicial y continua de los docentes. A continuación, se propone un modelo de integración que se basa en cuatro ejes interrelacionados:

1.                  Eje curricular transversal: la reflexión ética como competencia fundamental.

La ética no debería ser solo una materia aislada, sino un principio que atraviese todo el currículo. Cada disciplina o asignatura, desde la didáctica específica hasta las prácticas pedagógicas, debería incluir de manera explícita objetivos de aprendizaje que estén relacionados con la reflexión ética. Por ejemplo, en una clase de Evaluación Educativa, además de los instrumentos técnicos, se debería analizar su justicia, los posibles sesgos y su impacto en la autoestima de los estudiantes. Esto convierte la axiología en una perspectiva a través de la cual se examina todo el conocimiento pedagógico (Hansen, 2018).

2.                  Eje metodológico: aprendizaje basado en dilemas y casos reales.

La formación ética va más allá de memorizar códigos deontológicos. Debe enfocarse en el análisis de casos reales y simulados que presenten dilemas morales complejos, similares a los que los docentes enfrentarán en el aula. Esta metodología, inspirada en la práctica legal y médica, fomenta la competencia de deliberación práctica (phrónesis aristotélica). Los futuros docentes, guiados por facilitadores, aprenden a identificar valores en conflicto, evaluar consecuencias, argumentar sus posturas y tomar decisiones informadas (Shapiro & Stefkovich, 2021). Además, el uso de portafolios reflexivos donde registren y analicen sus propias experiencias éticas durante las prácticas se convierte en una herramienta poderosa.

3.                  Eje experiencial: aprendizaje-servicio y vinculación con la comunidad.

Para construir valores, es fundamental salir del aula universitaria y enfrentarse a la realidad social. La metodología de aprendizaje-servicio es perfecta para lograr este objetivo. Los futuros docentes tienen la oportunidad de desarrollar proyectos en comunidades vulnerables, centros de atención a la diversidad o en organizaciones sociales. Esta experiencia directa, bien guiada y reflexionada, permite que se internalicen valores como la justicia social, la empatía y la responsabilidad ciudadana de una manera profunda y vivencial (Tedesco, 2018). Se pasa de simplemente hablar sobre valores, a realmente actuar con ellos.

4.                  Eje de desarrollo personal y colaborativo: mentoring y comunidades de práctica

La formación ética es un proceso que nunca se detiene, incluso después de obtener el título universitario. Se sugiere implementar sistemas de mentoring donde docentes noveles sean acompañados por educadores experimentados, reconocidos por su sólida ética. Además, la creación de comunidades de práctica o grupos de estudio entre colegas ofrece un espacio seguro para discutir casos difíciles, brindar apoyo mutuo y construir de manera colaborativa una cultura institucional ética (Fullan & Hargreaves, 2019). Esto ayuda a prevenir el aislamiento y el agotamiento, promoviendo la resiliencia moral.

Esta propuesta integral busca formar a un docente que no sea solo un técnico, sino un profesional reflexivo, un agente moral que cuente con las herramientas necesarias para llevar a cabo una práctica educativa consciente, coherente y, en última instancia, transformadora. Los hallazgos y la propuesta que se presentan colocan la ética y la axiología no en un lugar secundario, sino en el corazón del proyecto de formación docente. Esta centralidad es la respuesta que se necesita ante la creciente complejidad de la labor educativa, que ha dejado atrás los modelos de formación que son puramente instrumentalistas.

Lo anterior se puede entender a través de una tensión fundamental: la que existe entre preparar a los docentes para el sistema y formar a los docentes para transformar ese mismo sistema. La lógica de la eficiencia y la estandarización, como critica Slee (2018), a menudo busca el primer objetivo, produciendo profesionales que se adaptan y mantienen el status quo. En cambio, un modelo que se basa en la reflexión ética y axiológica, como el que aquí se propone, se enfoca en el segundo objetivo. Forma profesionales críticos, capaces de cuestionar prácticas injustas, innovar desde valores sólidos y liderar cambios hacia una escuela más inclusiva y democrática.

La propuesta de integrar la ética de manera transversal y experiencial resuena con la concepción de la formación humana, de Bárcena y Mélich (2014), para quienes la educación es un acontecimiento ético que se desarrolla en la relación con el otro, en su acogida y reconocimiento. Por lo tanto, metodologías como el aprendizaje-servicio y el análisis de casos no son simplemente técnicas didácticas, sino vehículos para experimentar esta relación ética fundamental. Entre las metodologías activas, se destacan la video-colaboración, la práctica reflexiva y el aula invertida como herramientas que los docentes a distancia emplean en su práctica docente (Sarango & Inga, 2025).

En relación con la video-colaboración virtual, esta metodología activa contribuye significativamente a fortalecer la relación entre el docente y el estudiante en entornos a distancia. La video-colaboración virtual permite al estudiante sentirse más cercano a su docente, facilitando una interacción que va más allá de la pantalla. Para el docente, esta herramienta fomenta la empatía y permite construir un ambiente de confianza con sus estudiantes, creando una conexión que supera las barreras propias de la modalidad a distancia. Así, la video-colaboración virtual no solo facilita el aprendizaje, sino que también promueve un espacio de comunicación humana y apoyo mutuo, aspectos fundamentales para un aprendizaje significativo.

Según Sarango e Inga (2025), la práctica reflexiva, por su parte, es percibida por los estudiantes como resultado de su profesionalismo. Para el docente, esta metodología se convierte en un mecanismo esencial para mediar y guiar el aprendizaje. El uso de la práctica reflexiva en el proceso de formación docente contribuye al perfeccionamiento e incentivo de los estudiantes para que puedan realizar valoraciones mucho más profundas de su propio aprendizaje, sepan delimitar sus fortalezas y debilidades, contribuyendo de este modo a la elevación de la calidad en su formación y, con ello, en sus resultados académicos de forma más integral. Como resultado del uso de esta metodología en el proceso de formación docente en sus contextos de actuación pedagógica se fomenta la transformación del aprendizaje desde su propia experiencia y vivencia, otorgándole como característica esencial, un proceso más activo y significativo para todos los participantes.

Finalmente, el aula invertida se considera una metodología activa porque permite que los estudiantes lleguen a clase ya preparados. En este enfoque, los estudiantes participan de manera activa y colaboran en la construcción del conocimiento. Esta metodología promueve un ambiente de aprendizaje dinámico, en que los estudiantes tienen la oportunidad de aplicar lo que han aprendido previamente, fomentando así un intercambio de ideas más enriquecedor. Además, el aula invertida estimula el desarrollo de habilidades críticas, como la colaboración y la comunicación, lo que contribuye a un aprendizaje más significativo y duradero.

Es cierto que hay una limitación que debemos tener en cuenta: la resistencia al cambio que a menudo se encuentra en las instituciones. Para implementar este modelo, es necesario llevar a cabo una transformación profunda en la formación de los docentes, redistribuir las horas del currículo y, lo más importante, contar con una voluntad política firme.

A pesar de estos retos iniciales, los beneficios, como la creación de un profesorado más comprometido, resiliente y eficaz en su labor social, superan con creces las dificultades. Este trabajo se alinea con las ideas de Freire (2018) y Noddings (2015), pero las combina en una propuesta concreta y bien estructurada para el currículo. Mientras que Freire (2018) ofrece una visión política de la transformación y Noddings (2015) se centra en la ética del cuidado, el modelo que se presenta aquí proporciona el cómo, actuando como un puente entre la teoría y la práctica para la formación docente.

Conclusiones

Las conclusiones del análisis indican que es fundamental incluir de manera explícita, transversal y experiencial la ética y la axiología en la formación docente. Esto no es solo un extra opcional, sino la base sobre la que se construye una práctica educativa verdaderamente transformadora. Se destaca que los retos actuales en la educación, como la equidad, el pluralismo y la tecnología son, en esencia, desafíos de valores. Por lo tanto, es crucial que el proceso de formación docente se enfoque en desarrollar una conciencia ética, que les permita enfrentar estos retos con integridad y buen juicio.

Se confirma que las estrategias más efectivas son aquellas que integran teoría y práctica reflexiva. Metodologías como el aprendizaje basado en dilemas, el aprendizaje-servicio, el mentoring entre pares, la video-colaboración, la práctica reflexiva y el aula invertida son ideales para pasar de la teoría a la vivencia de los valores profesionales. Este enfoque ético en la formación docente representa un compromiso político hacia una educación que va más allá de simplemente transmitir contenidos. Se trata de formar educadores que, con una sólida brújula de valores, estén dedicados a cultivar ciudadanos críticos, empáticos y responsables socialmente. El futuro de la educación no depende tanto de las tecnologías que vendrán, sino de nuestra habilidad para preparar docentes con la profundidad moral necesaria para utilizarlas de manera justa y significativa.

Referencias bibliográficas

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Bárcena, F., & Mélich, J. C. (2014). La educación como acontecimiento ético: Natalidad, narración y hospitalidad. Paidós.

Cortina, A. (2018). ¿Para qué sirve realmente la ética? Paidós.

Floridi, L. (2023). The Ethics of Artificial Intelligence: Principles, Challenges, and Opportunities. Oxford University Press.

Freire, P. (2018). Pedagogía del oprimido (3ra ed.). Siglo XXI Editores.

Fullan, M., & Hargreaves, A. (2019). La escuela que queremos. Los objetivos por los que vale la pena luchar. Amorrortu Editores.

Hansen, D. (2018). Exploring the moral heart of teaching: Toward a teacher’s creed. Teachers College Press.

Noddings, N. (2015). The challenge to care in schools: An alternative approach to education (2nd ed.). Teachers College Press.

Ortega, P. (2004). La educación moral como pedagogía de la alteridad. Revista Española de Pedagogía, 62(227), 5-30. https://www.jstor.org/stable/23765747

Sarango, F., & Inga, G. (2025). La axiología del docente universitario a distancia y su conexión con las metodologías activas. Revista Varela, 25(70). https://revistavarela.uclv.edu.cu/index.php/rv/article/view/1854

Shapiro, J. P., & Stefkovich, J. A. (2021). Ethical leadership and decision making in education: Applying theoretical perspectives to complex dilemmas (5th ed.). Routledge.

Slee, R. (2018). Inclusive Education: From Policy to School Implementation. In Towards Inclusive Schools? (pp. 30-41). Routledge.

Tedesco, J. (2018). Educación y justicia social en América Latina. Historia y perspectivas futuras. La lechuza extraviada. Desencuentros: reformas educativas y magisterio, 37-47. https://somehide.org/wp-content/uploads/2023/04/camacho-2018-02-tedesco.pdf