Recibido:13/mayo/2025
Aceptado:24/octubre/2025
La Orden de Predicadores Dominicos
de Bayamo: secularización y desequilibrio institucional (Original)
The Order of Dominican Preachers of Bayamo:
secularization and institutional imbalance (Original)
Damiana Niurka Pérez Figueredo. Licenciada
en Marxismo Leninismo e Historia. Máster en Historia del Pensamiento Cubano y
Latinoamericano. Profesor Asistente. Investigador Agregado. Centro de
Investigación Casa de la Nacionalidad Cubana. Bayamo. Cuba.
[ dniurkapf @gmail.com ] [ https://orcid.org/0000-0003-2926-8556 ]
Resumen
El presente
estudio aborda la implementación del proceso de secularización de la Orden de
Predicadores Dominicos en el contexto histórico de la jurisdicción de Bayamo en
1842. Destaca la desamortización de todos los bienes acumulados, teniendo en
cuenta que su capital llegó a constituir el segundo de su tipo en la isla, antecedido
por el convento de la Habana en igual período. El impacto de dicho programa también
trascendió al ámbito social de la jurisdicción en el que los grupos,
principalmente la élite y el convento, habían legitimado un importante sistema
de relaciones basado en intereses comunes que luego se verán afectados. El
proceso científico de la investigación se desarrolló desde la ciencia histórica
con un carácter descriptivo y el empleo de métodos teóricos que permitieron
demostrar las particularidades de la implementación de la secularización de los
dominicos en Bayamo, y la desarticulación de las relaciones entre el convento y
la sociedad bayamesa durante la primera mitad del siglo XIX.
Palabras
clave: Orden de Predicadores Dominicos; patrimonio
económico; secularización; sociedad bayamesa
Abstract
This study addresses the implementation of the Secularization process of
the Order of Preachers Dominicans in the historical context of the jurisdiction
of Bayamo in 1842, highlighting the unfavorable consequences it generated for
the conventual heritage, considering that its capital became the second of its
kind on the Island, preceded only by the convent had legitimized an important
system of relationships based on common interests that would later by affected.
The scientific process of the research is grounded in Historical Science with a
descriptive charter and employs theoretical methods such as Historical-Logical,
which allows for contextualization and análisis of
the study of the topic, as well as Analytical-Synthetic and Inductive-Deductivemethods to demostrate is
particularities and the disarticulation of relationships between the Convent
and Bayamo society in the first half of the 19th century.
Keywords: Order of Preachers Dominicans;
economic heritage; secularization; bayamese
society
Introducción
A inicios
del siglo XIX, las órdenes religiosas en Cuba continuaban una orientación en
ascenso hacia todos los espacios de la sociedad criolla en su conjunto. Con el
reordenamiento y organización interna de la estructura de la Iglesia Católica y
los beneficios otorgados por el Patronato Regio gozaban de prestigio, poder y
estabilidad, unido a un casi absoluto predominio espiritual. Sin embargo, su
evolución devino en un complejo proceso que también estuvo matizado por
condicionantes externas derivadas de las aspiraciones modernizadoras de la
monarquía borbónica, al implementarse un conjunto de reformas en el imperio
colonial del continente americano que con el triunfo del liberalismo español se
impuso al modelo insular. Entre otros asuntos, arremetían contra los
privilegios de la Iglesia Católica y, en especial, contra las órdenes
religiosas a partir de la implementación de la desamortización de todos sus
bienes, y con ello, la imposibilidad de recibir las rentas que producían.
La Orden de Predicadores había alcanzado una
particular importancia en la jurisdicción de Bayamo desde la década del 30 del
siglo XVIII hasta mediados del XIX. Para su institucionalización contó con las
contribuciones que legara el Capitán Francisco Parada mediante testamento a la
Villa San Salvador de Bayamo, con el propósito de garantizar la implementación
de una Obra pía que ofreciera servicios educacionales a los habitantes de la jurisdicción
(Milanés, 2021).
El legado también proporcionó al convento un
importante patrimonio que le posibilitó cumplir con las funciones educacionales
y también generar fuentes seguras de ingreso de capitales a partir de la
administración de las propiedades rurales de haciendas productivas que constituían
propiedad del convento dominico; así como los ingresos derivados de los beneficios
eclesiásticos de censos, imposiciones y capellanías. Este artículo tiene como
objetivo analizar el proceso de secularización de la Orden de Predicadores
Dominicos y, con ello, la desarticulación de sus relaciones con la sociedad
bayamesa. La investigación tiene como soporte el empleo de fuentes bibliográficas
y documentos primarios de archivo que permiten demostrar la importancia
histórica del tema.
La jurisdicción de Bayamo en el Departamento Oriental contó
con las condiciones favorables para el establecimiento y trascendencia de la
orden dominica, ya que constituía una de las jurisdicciones más extensas en la
región y su población era numerosa, llegando a alcanzar 30 000 habitantes aproximadamente
(Lago, 1996). Su economía
se basaba esencialmente en la producción ganadera que junto a la explotación de
la tierra eran las fuentes fundamentales de riquezas. Entre los principales
renglones se encontraban, además, las producciones derivadas del ganado, el
cultivo del tabaco y, en menor medida, la producción de azúcar, madera y frutas.
Los dominicos de Bayamo alcanzaron un abundante
patrimonio que fue reconocido como uno de los más extensos de la Orden en la
isla. Las donaciones y herencias que recibieron convirtieron a la orden en
grandes terratenientes (Gómez, 2024), este era
un proceso común en los territorios donde hubo presencia dominica, alternativa
que emplearon para la subsistencia a partir de las primeras décadas de fundados
los conventos. De ese modo, también los altares y retablos fueron exponentes de
las contribuciones de los vecinos y la intensa actividad religiosa.
En el siglo XIX la ideología ilustrada española, desde
una posición racionalista, apuntaba a la transformación de la realidad en los
ámbitos económico y social tanto de la metrópolis como de sus colonias en el
continente americano, al considerarlos el centro de los principales problemas y
donde el factor de la productividad era esencial e inherente a las alternativas
de desarrollo (Pino, 2012). La deficiente gestión económica de la monarquía, el
costo de las invasiones napoleónicas, los conflictos internos entre las
posiciones liberales y conservadoras, unido a la pérdida de algunas colonias y
abundantes propiedades en el continente americano a partir de 1810,
desencadenaron un estancamiento en la economía española respecto al resto de
Europa que la sumergió en una profunda crisis, por lo que implementó
alternativas para enfrentar tal situación.
La
aprobación de la Constitución de Cádiz en 1812, vigente hasta 1814 y extensiva
al imperio colonial, además de significar la apertura al modernismo para la
metrópolis, había reflejado con anterioridad la intención de limitar las facultades
de la iglesia en relación a la intervención de los bienes de las órdenes
religiosas, para lo cual era necesario terminar con sus privilegios. La
institución representaba un obstáculo desde el punto de vista económico, pues a
pesar de constituir un pilar básico para mantener el sistema colonial en la isla,
también había cobrado amplias facultades en este ámbito.
La
extraordinaria acumulación de propiedades agrícolas amortizadas por el clero
con técnicas atrasadas la substraía de los procesos de circulación y el
comercio, y limitaba el acceso de los productores arrendatarios a la propiedad
sobre la tierra, problema que se identificó como “manos muertas”, entendido
como:
Propiedad amortizada o, vinculada
como patrimonio a una institución, y de la que no se puede disponer libremente
debido a una serie de limitaciones jurídicas. El objetivo primordial de la
desamortización fue la enajenación o desvinculación de esos bienes, su
“liberación”, para ponerlo en manos de particulares y propiciar el desarrollo
capitalista, ya fuera como subasta al mejor postor o redención, si se trataba
de un arrendatario que pagaba derechos. (Leiva, 2007, p. 197)
El sector
agrario constituía el principal sujeto económico de incidencia en el problema
hacendístico, y estos factores, unidos a otros sociales, contribuyeron a la
formación y radicalización de un pensamiento modernizador que, durante el
Trienio Liberal de 1820-1823 y a mediados de la década del 30, generaron la
implementación de reformas y numerosas medidas de carácter desamortizador con
un fuerte sentimiento anticlerical que no demoraron en ser reglamentadas sobre
la orden dominica. Por otra parte, las relaciones familiares y sociales que se
tejieron con el ámbito religioso también atañían intereses en los ámbitos
económicos y sociales que los hacían sostenible, ello posibilitaba que
mantuvieran estrechos vínculos con la élite productora, lo que hacía complejo
dicho proceso (Capdevila, 2024).
Con la
designación de Juan de Dios Álvarez y Méndez, conocido como Mendizábal, como Presidente del Consejo de Ministros de España en 1835 durante el gobierno del Conde de Toreno, quedarían sentadas las bases
políticas e ideológicas de la desamortización, las cortes
de Cádiz reconocían al catolicismo como única religión pero quedaba bajo el
control del Estado en las nuevas condiciones. Este paso significaba uno de los principales procesos
desamortizadores de la historia de España, en coherencia con la ideología
ilustrada y las bases de la Constituyente de Cádiz de 1812.
El ascenso
del laicismo español y la influencia política de la legislación secularizadora,
modifican
profundamente la estructura económica y social del criollismo isleño. De esa
manera, emerge una mentalidad laica que desvanecía la condición absoluta y
ferviente de la concepción cristiana sobre la realidad, produciendo cambios en
las múltiples actividades sociales y religiosas que estuvieron a cargo de las órdenes
monásticas, en el caso de los dominicos como se ha hecho referencia.
El proceso de secularización estuvo
caracterizado por varias fases durante el período comprendido entre 1834 y
1854. En relación con el clero regular, la cuestión abarca desde 1835 a 1837,
pero la etapa más radical fue la acontecida entre 1837 y 1842, en particular
para la orden dominica que había logrado ser acreedora de un fuerte patrimonio
económico (Capdevila, 2024).
El sector
hacendístico que había formado estrechos vínculos con los predicadores
dominicos transita de una mentalidad tradicional católica-feudal a productores
oligarcas con un pensamiento laico y comercial, lo cual no tardó en representar
un serio peligro frente a las bases y prerrogativas de la Orden con una tendencia
a la fragmentación de las relaciones con la sociedad a partir de la década del 20 del
siglo XIX.
Sin embargo,
en la jurisdicción de Bayamo, la mayoría de los grupos sociales habían sido defensores
de la permanencia del convento dominico, pues su indiscutible labor les
proporcionó la solución a algunos problemas acumulados por décadas como la
añorada enseñanza de primeras letras que, mediante el legado de Francisco
Parada, que se desarrolló en el colegio
dominico y que, debido a la política desamortizadora durante el trienio liberal,
se encontraba en una crítica situación por falta de recursos monetarios que
hacía insostenible la realización de los servicios religiosos y educacionales.
En tal
sentido, en el ámbito económico, la elite ganadera bayamesa no veía afectado su
patrimonio y representación social, ya que por más de una centuria puso al
servicio del convento propiedades agrarias que le sirvieron de fuentes de
ingresos con amplios beneficios, y que habían ingresado al patrimonio
conventual como resultado del legado, ello le permitió desarrollar la actividad
de arrendamiento y contratación de mano de obra. Igualmente, se oponían a todo
aquello que pudiera afectar los acuerdos con el poder colonial y favoreciera el
propósito de la independencia de España mediante el enfrentamiento al gobierno colonial,
y que ello desencadenara una sublevación de esclavos similar a los sucesos
acontecidos con la Revolución de Haití, y las guerras emancipadoras en el
continente americano (Ibarra, 1995).
El
campesinado que estaba contratado poseía tierras en arriendo al 5% en parcelas
y estancias pertenecientes al convento que le ofrecía garantía y estabilidad a
su precaria economía familiar. La composición del clero regular dominico era mayoritariamente
criolla, por lo que se identificaban con la situación económica y política que
afectaba a la orden. La comunidad de intereses entre el convento dominico y los
grupos de la sociedad bayamesa, a partir de los estrechos vínculos establecidos
en varios ámbitos, constituyeron razones de peso para asumir una posición en
defensa de la orden y del status colonial durante el periodo desamortizador entre
1820-1823.
Sin embargo, el segundo obispo de La
Habana, Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1802-1832), de
tendencia liberal, se oponía a la
concepción feudal de la iglesia y se inclinaba hacia una transformación
renovadora de la ideología católica por el
camino de la Ilustración; su línea de pensamiento
era partidaria del antirracismo, antiesclavismo y antilatifundismo,
cuestiones estas que afectaban el desarrollo del sistema imperante. El avance
de la ideología reformista sobre las proyecciones económicas contó con su apoyo
y defendía la idea de la pequeña propiedad agraria como
base de desarrollo (Fernández, 2012).
Unido a
ello, la secularización significaba un amplio proceso de laicización de la
sociedad que ocupaba el ámbito ideológico cultural escolástico y la
desamortización de las propiedades eclesiásticas. El segundo periodo liberal
extendió la secularización a todos los conventos de la isla, subordinaba el
clero regular al secular en las iglesias, e ignoraba las jerarquías superiores
provinciales como la dominica Santa Cruz de La Española, debiendo reconocer
solamente a obispos y arzobispos.
Sin embargo,
aunque fueron restablecidos y devueltas sus propiedades tras el retorno de
Fernando VII al poder español en 1823, la Real Orden del 20 de diciembre de
1836 sobre la desamortización parcial de las propiedades de la iglesia en
España, sí condicionó en Cuba un proceso de medidas interventoras que fueron
creando las bases para la definitiva secularización del clero regular entre
1836 y 1841. En el imperio colonial de España en América, la orden dominica fue
obligada a ceder los edificios conventuales según establecían las
disposiciones, así como el resto de sus posesiones (Capdevila, 2024).
En 1837 Juan
Álvarez Mendizábal comunica las orientaciones para su cumplimiento a Claudio
Martínez Pinillos, Conde de Villanueva y Superintendente de Hacienda en Cuba,
para llevar a efecto de conjunto con las Administraciones Generales de Rentas
Terrestres y Prelados Provinciales y Locales a inicios de 1838 (Archivo
Nacional de Cuba, 1838a). Las disposiciones prohibitivas soberanas fueron
publicadas en los periódicos de la época con el propósito de impedir la
enajenación de todo o parte de sus bienes por los regulares.
Para la
intervención parcial fueron designados interventores encargados de realizar
inventario a todos los bienes de las órdenes en Cuba e incautar sus
propiedades, y supervisar el control de los ingresos y gastos. Por otra parte,
autorizaba la continuidad de todos los establecimientos tanto de los servicios
piadosos como de las labores de instrucción y la administración; todo quedaba
bajo el control del Estado (Archivo Nacional de Cuba, 1839).
Se trataba
de un largo proceso histórico, económico y social que ponía en el mercado
previa expropiación forzosa y mediante subasta pública, las tierras y bienes
que hasta el momento no podían ser vendidos al pertenecer a las órdenes
religiosas e iglesia católica, y que habían sido acumuladas por donaciones,
testamentos, legados, y que servían de arrendamiento.
Quedaba
prohibido su desmembración y ventas arbitrarias de las propiedades. En Bayamo
se hizo inventario por separado de los objetos, dejando al convento lo
necesario para su uso, como por ejemplo algunos muebles, no se dejaron fincas
rústicas o urbanas, esclavos, ganados, censos, ni esculturas; también se
disponía que los religiosos que se trasladarían a otra institución católica serían
auxiliados hasta su destino (Archivo Nacional de Cuba, 1838b).
En este
proceso, las cortes españolas solicitaron
al gobierno colonial un subsidio extraordinario de guerra
destinado a sufragar gastos de la contienda con los carlistas. Las
orientaciones de la Junta de Subsidio
de Guerra de la isla, presidida por el Gobernador y Capitán de Cuba Joaquín
Espeleta y Enrile (1838-1840), indicaban que “se
proceda al remate en subasta pública de todas las propiedades rusticas y urbanas
pertenecientes en toda la isla á los conventos de
regulares dominicos, agustinos, mercedarios, y belemitas, hasta la concurrente
cantidad de dos millones de pesos” (Archivo Nacional de Cuba, 1839, p.12).
En relación
a esta orientación, el interventor de los bienes de los regulares de Bayamo se
reunió con la congregación de la orden el 3 de septiembre de 1840 para explicar
que, de acuerdo con la medida tomada por el gobierno supremo, se debía proceder
a la venta de los bienes para el subsidio de guerra ya que en virtud de la
enajenación dejaron de pertenecer a la Obra Pía del legado de Francisco Parada.
Para ello, se tomó en cuenta el voluminoso expediente formulado y entregado por
el Prior General Fray Fernando Izquierdo (Archivo
Histórico Arquidiócesis de Bayamo, 1840).
El Conde de
Villanueva advertía sobre algunos problemas que la secularización del clero
regular podía crear en la isla, pues el panorama de las guerras de
independencia en las colonias hispanas y la cercanía a los estados
republicanos, muchos de los cuales fueron colonias de España, significaba una
seria preocupación y un riesgo, que incitaba a analizar si sería conveniente
destruir en ese momento las corporaciones tan veneradas por los pobladores de
la isla, ya que eran de gran ayuda al orden y la tranquilidad pública:
El número de individuos del clero
secular son muchos ancianos y achacosos (…) sin que otros los reemplacen (…) No
se encontrarían otras personas capaces de dirigir y adoctrinar al pueblo en los
preceptos de la religión y la moral (…) motivo este por el que se caerán los
pueblos en las tinieblas de la ignorancia y el olvido de sus deberes sociales.
Las iglesias y las parroquias están desiertas y solo la de los conventos es
donde se percibe concurrencia y solemnidad en la celebración de las
festividades religiosas. (Archivo Nacional de Cuba, 1839, p. 22)
Materiales y
Métodos
La
investigación se desarrolló mediante el enfoque cualitativo desde la ciencia
histórica con el empleo de los métodos teóricos Histórico-Lógico, Analítico-
Sintético e Inductivo-Deductivo para contextualizar y analizar el proceso de
secularización del convento dominico, y el impacto que generó en las relaciones
entre la orden y la sociedad bayamesa. Para la recopilación de la información
se tuvo en cuenta la revisión bibliográfica, así como la consulta de fuentes
primarias de archivo en el Archivo Nacional de Cuba, Archivo Histórico de la
Arquidiócesis de Bayamo, y el Archivo Histórico del Arzobispado de Santiago de
Cuba, las que abordan varios aspectos vinculados a las actividades económicas en
que se insertaron, así como el estado de las propiedades del convento en la
jurisdicción como las haciendas, estancias y casas.
Así mismo,
resultaron útiles la consulta de los informes de inventarios, y los libros de
registro de ingresos monetarios por concepto de arrendamientos de las
propiedades conventuales, permitiendo analizar y confirmar el amplio patrimonio
de la orden dominica que posteriormente fue sometido a la secularización. Además,
se consultó la información existente en fuentes secundarias de artículos
científicos que desde otras perspectivas tienen similitud al proceso objeto de
estudio implementado en Cuba y en particular en Bayamo, teniendo en cuenta que
la secularización fue aplicada a la institucionalidad católica en el continente
americano.
Análisis y discusión de los resultados
En el
período de 1836 a 1842, la secularización puso en manos de la Hacienda Pública
todos los bienes de los regulares de Bayamo, que habían sido inventariados por
el prelado ordinario para la desamortización con expresión de las fincas,
ganado, frutos, esclavos, títulos de propiedad, cobranzas atrasadas o
corrientes, produciéndose un desmembramiento de todos sus bienes. El
procedimiento para la desamortización consistía en dar a conocer públicamente
las propiedades incautadas que pasaron a manos del estado colonial convertidas
en bienes nacionales (Marrero, 1984).
Este fue
considerado un largo proceso histórico, económico y social en que luego de la
expropiación forzosa y mediante subasta pública llevaba al mercado las tierras
y bienes que pertenecieron a las órdenes religiosas y la iglesia que hasta el
momento no podían ser vendidas, y que habían sido acumuladas por donaciones,
testamentos, legados, y que servían de arrendamiento.
Las
propiedades rurales de los dominicos de Bayamo sujetas a la desamortización
desde 1839 fueron significativas, a diferencia de otras órdenes en la isla,
teniendo en cuenta la alta productividad y rendimiento que alcanzó la actividad
agroganadera durante la segunda mitad del siglo XVIII y primeras décadas del
XIX, integradas por 31 haciendas con ganado de varias tipologías, 13 corrales
dedicados a la cría de ganado porcino, 88 estancias o vegas en las márgenes del
río Yara, otras 73 estancias o vegas en las márgenes del río Jibacoa, y 205 caballerías de tierras parcialmente
cultivadas en toda la jurisdicción (Archivo Nacional de Cuba, 1839).
El 18 de
diciembre de 1841 se realizó el inventario de las alhajas pertenecientes a la
archicofradía de Nuestra Señora del Rosario por Diego José Baptista,
cuantificando una valiosa fortuna que era exponente de los vínculos y
relaciones del convento con las familias acaudaladas de la sociedad (Archivo Nacional
de Cuba, 1841). De doce inmuebles que se encontraban en buenas condiciones
constructivas, cuatro ubicados en la calle de la Asunción fueron convertidos en
Cuartel de Infantería en 1842, poniéndose a disposición de la remodelación los
censos recaudados por los ocho inmuebles restantes. También en el edificio
templo de Santo Domingo, en parte deteriorado, se comenzó a construir un
Cuartel de Caballería (Archivo Histórico del Arzobispado de Santiago
de Cuba, 1842a).
Otras
propiedades urbanas se encontraban en estado ruinoso como las
dos fábricas y otras dos viviendas en condiciones inhabitables e imposibles de
alquilar, por lo que disminuye el valor del capital al momento de la
enajenación y no sobrepasó los 3672 con una renta anual de 183.6
pesos. Estas propiedades representaban muestras de la variada composición del
patrimonio conventual que también le proporcionaba nexos con varios sectores de
la sociedad. De igual forma, fue suprimido el convento de San Francisco de
Bayamo, su edificio se encontraba en estado ruinoso y
poseía 9 fincas urbanas con un valor capital de 590 pesos que también fueron
confiscadas (Archivo Nacional de Cuba, 1842a).
La ley de
supresión tendría en cuenta la necesidad de cubrir gastos mínimos por el Estado
para el culto y las actividades en las instituciones educacionales, de
beneficencia y salud, que habitualmente eran desempeñadas por las órdenes
religiosas, con el propósito de mantener la tranquilidad y seguridad en la isla.
De esa manera, se interrumpía el desarrollo educacional, sustentado en las
bases lacasianas de formación tomista y misionera (Chaparro,
2025), que desempeñaba el convento en la jurisdicción. Igualmente, la nueva
situación de crisis económica institucional generada por la ley de secularización
frenaba la amplia actividad religiosa que por más de una centuria había
realizado el convento. Dicha situación expuso bajo la misma condición a la
institucionalidad religiosa española (Hernández, 2024).
Los
predicadores afectados por esta ley, igual que las demás órdenes religiosas,
recibieron una asistencia económica del Estado a cambio de la expropiación. El
capitán General de la isla era la figura facultada para autorizar la
exclaustración de cada religioso, que previamente debía presentar la solicitud
a su superior y tramitarla ante el Obispo. Los regulares exclaustrados quedaban
fuera de la vida conventual y ejercían como seculares; en Bayamo fueron
congregados 5 religiosos dominicos con una pensión anual de 2400 pesos. La
exclaustración masiva de los regulares y la transformación de las comunidades
religiosas en congregaciones seculares, constituyeron la última etapa del
proceso de secularización en Cuba (Segreo, 1998).
Para
adquirir los bienes que el Estado colonial disponía para la venta, los
interesados debían proceder de acuerdo con las condiciones que instituía el reglamento para el remate de
los bienes y solicitar la tasación. Se fijaba el pago inicial del 20% al
contado y el resto a pagar en un término de 16 años en lo adelante (Marrero,
1984). En este caso estaban los arrendatarios que conservaban las propiedades
de los dominicos de Bayamo bajo contrato, pero con el interés de adquirir el
bien en propiedad. Algunas fueron subastadas, vendidas, arrendadas, otras
quedaron en manos del estado, disponiendo de una parte al reparto vecinal
aprobado por la Junta General de la Isla (Archivo Nacional de Cuba, 1842b).
En informe
emitido por la Comisión visitadora de la Diócesis de Santiago de Cuba al Vice
Patrono Real de la isla, partidaria de las reformas ilustradas para propiciar
el desarrollo capitalista y el avance tecnológico, refería que las propiedades
que fueron de los dominicos en Manzanillo la convertirían en una de las comarcas
más productivas si se abrían al desarrollo del campo agrícola y la industria
pecuaria, así como la acumulación de capitales con el incremento de las rentas
y el valor de las importaciones y exportaciones que se podrían alcanzar por el
puerto de Manzanillo. El valor del capital que allí poseían era de 273 460
pesos con una renta de 13 673, además de las 200 caballerías de tierras (Archivo
Nacional de Cuba, 1842b).
La
situación provocada por la secularización debilitaba a la orden como estamento
privilegiado, la desamortización desmantelaba las bases económicas y privaba a
la sociedad de servicios sociales vitales que, en ocasiones, no eran atendidos
por la iglesia. Pero para el funcionamiento del colegio y las actividades
religiosas se requerían del financiamiento que le proporcionaban las fuentes de
ingresos por las contribuciones, y las rentas por arrendamiento que habían sido
desarticuladas.
Luego
de la supresión de los dos conventos, en Bayamo quedaron abiertos, solamente,
cuatro templos: Santísimo Cristo del Buen Viaje, Nuestra Señora de Regla, San
José, y Nuestra Señora de la Luz. El tercero de los templos era sumamente
reducido, con poca capacidad para atender a la población y solo abría en determinados días ya que, por la falta de rentas,
se encontraba en estado de deterioro y se realizaban pocas misas; los demás se
encontraban en condiciones similares.
Esta
situación generó gran preocupación al Vicario de la Iglesia Católica San
Salvador, Diego José Baptista, teniendo en cuenta que al arribar el año 1842,
la población de la jurisdicción había aumentado, en relación con el año
anterior, en 7000 almas y, por otra parte, la utilidad de continuar predicando
el evangelio a toda la población.
En tal sentido, fue solicitado al Gobierno del
Arzobispado de Santiago de Cuba la reapertura de las iglesias de ambos
conventos, por la utilidad para realizar las misas, y porque la mayoría de la
población habitaba en las inmediaciones de estos, de otro modo “ es muy gravoso
concurrir a la Parroquia, así como por la distancia como por la decencia en el
vestido, pues tiene que atravesar el corazón de esta ciudad para ir a la
parroquial, con razón a sus escasos recursos (Archivo Histórico del
Arzobispado de Santiago de Cuba, 1842a, p. 54).
De
tal manera se resolverían las preocupaciones antes expuestas, encargando a los
capellanes las misas señaladas con la asignación de rentas suficientes para
ello. El subdelegado de la Real Hacienda de Bayamo informaba al Intendente de
la Provincia la importancia de conservar los templos abiertos, facilitar el
pasto espiritual, y dar utilidad a los edificios.
El
16 de marzo de 1842, la respuesta de la Intendencia y del Arzobispado de
Santiago de Cuba fue positiva a la solicitud de Diego José Baptist;
le fueron entregados los templos, los ornamentos y enseres necesarios. Para
ello fue mandado a retirar el Destacamento de tropas de la guarnición de Bayamo
que había ocupado los edificios templos de los dominicos y los franciscanos que
habían pasado a propiedad del Estado (Archivo Histórico del Arzobispado de Santiago
de Cuba, 1842b, p.22).
Bajo
estas condiciones, ambos templos funcionaron provisionalmente, pero la falta de
recursos financieros nuevamente limitó el mantenimiento y sostenibilidad de las
actividades religiosas pues, en ese momento, no constituía una prioridad para
el Ayuntamiento de la ciudad. Además, las escasas ofrendas y limosnas de los
fieles no eran suficientes para sostener el culto. A pesar de los esfuerzos realizados por la
Iglesia Católica de Bayamo en retomar las actividades y funciones eclesiástica,
de nuevo, el teniente gobernador con la aprobación del comandante general de
Santiago de Cuba, disponía de ambos edificios al ordenar el traslado de la
congragación del extinguido convento de Santo Domingo para el edificio
conventual de San Francisco, pues las celdas del convento dominico fueron
ocupadas por cien hombres de la milicia con sus caballos, armas y enseres.
El
Presbítero José de la Concepción Ramírez, presidente de la congregación,
indignado documentaba que:
Se
ha empezado a derribar las paredes de las celdas por orden del Gobierno sin que
para ello haya dado consentimiento, he trasladado para la sacristía del templo
de santo Domingo las alhajas y ornamentos de la congregación que existían en
las celdas donde vivían mis compañeros el Presbítero Don Luis de Quezada y dos
sacristanes. (Archivo Histórico del Arzobispado de Santiago de Cuba,
1842b, p. 72)
Conclusiones
Las
condiciones impuestas por la Real Orden formaron parte de una estrategia que destruía
los resortes de la influencia económica, social y política de la élite insular, al propio
tiempo que debilitaba las bases económicas y sociales alcanzadas por los
predicadores dominicos en comunidad de intereses y estrechos vínculos con la
sociedad bayamesa, en los ámbitos socioeconómicos, en el
contexto de las relaciones convento sociedad. Sin
embargo, su labor por más de una centuria tuvo una profunda incidencia en la
evolución de la sociedad criolla en Bayamo que trascendió a la región centro
oriental de Cuba.
Referencias
bibliográficas
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Superior Civil, legajo 387, No 14613.
Archivo
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No. 14613, 23577.
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Archivo Histórico del
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25-A, No 43.
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Capdevila,
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Chaparro,
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